Teniendo en cuenta el relato de Julio Cortázar: INSTRUCCIONES PARA ENTENDER TRES PINTURAS FAMOSAS y la observación de las tres pinturas, realiza un ensayo donde hagas una crítica sobre este escrito.(Mínimo 2 hojas, tamaño carta, manuscrito, carpeta blanca)
2014: Año JULIO CORTÁZAR (Primer centenario de su natalicio)
Instrucciones para entender tres pinturas famosas
El amor sagrado y
el amor profano (TIZIANO)
Esta detestable pintura representa un
velorio a orillas del Jordán. Pocas veces la torpeza de un pintor pudo aludir
con más abyección a las esperanzas del mundo en un Mesías que brilla
por su ausencia; ausente del cuadro que es el mundo, brilla horriblemente
en el obsceno bostezo del sarcófago de mármol, mientras el ángel encargado de
proclamar la resurrección de su carne patibularia espera inobjetable que se cumplan
los signos. No será necesario explicar que el ángel es la figura desnuda,
prostituyéndose en su gordura maravillosa, y que se ha disfrazado de Magdalena,
irrisión de irrisiones a la hora en que la verdadera Magdalena avanza por el
camino (donde en cambio crece la venenosa blasfemia de dos conejos).
El niño que mete la mano en el
sarcófago es Lutero, o sea, el Diablo. De la figura vestida se ha dicho que
representa la Gloria en el momento de anunciar que todas las ambiciones humanas
caben en una jofaina; pero está mal pintada y mueve a pensar en un artificio de
jazmines o un relámpago de sémola.
La dama del
unicornio (RAFAEL)
Saint-Simon creyó ver en este retrato
una confesión herética. El unicornio, el narval, la obscena perla del medallón
que pretende ser una pera, y la mirada de Magdalena Strozzi fija terriblemente
en un punto donde habría fustigamientos o posturas lascivas: Rafael Sanzio
mintió aquí su más terrible verdad.
El intenso color verde de la cara del
personaje se atribuyó mucho tiempo a la gangrena o al solsticio de
primavera. El unicornio, animal fálico, la habría contaminado: en su
cuerpo duermen los pecados del mundo. Después se vio que bastaba levantar las
falsas capas de pintura puestas por los tres enconados enemigos de Rafael: Carlos
Hog, Vincent Grosjean, llamado «Mármol», y Rubens el Viejo. La primera capa era
verde, la segunda verde, la tercera blanca. No es difícil atisbar aquí el
triple símbolo de la falena letal, que a su cuerpo cadavérico une las alas que
la confunden con las hojas de la rosa. Cuántas veces Magdalena Strozzi cortó
una rosa blanca y la sintió gemir entre sus dedos, retorcerse y gemir
débilmente como una pequeña mandrágora o uno de esos lagartos que cantan como
las liras cuando se les muestra un espejo. Y ya era tarde y la falena la habría
picado: Rafael lo supo y la sintió morirse. Para pintarla con verdad agregó el
unicornio, símbolo de castidad, cordero y narval a la vez, que bebe de la mano
de una virgen. Pero pintaba a la falena en su imagen, y este unicornio mata a
su dueña, penetra en su seno majestuoso con el cuerno labrado de impudicia>
repite la operación de todos los principios. Lo que esta mujer sostiene en sus
manos es la copa misteriosa de la que hemos bebido sin saber, la sed que hemos
calmado por otras bocas, el vino rojo y lechoso de donde salen las estrellas,
los gusanos y las estaciones ferroviarias.
Retrato de Enrique
VIII de Inglaterra (HOLBEIN)
Se ha querido ver en este cuadro uña
cacería de elefantes, un mapa de Rusia, la constelación de la Lira, el retrato
de un papa disfrazado de Enrique VIII, una tormenta en el mar de los Sargazos,
o ese pólipo dorado que crece en las latitudes de Java y que bajo la influencia
del limón estornuda levemente y sucumbe con un pequeño soplido.
Cada una de estas interpretaciones es
exacta atendiendo a la configuración general de la pintura, tanto si se la mira
en el orden en que está colgada como cabeza abajo o de costado. Las diferencias
son reductibles a detalles; queda el centro que es ORO, el número SIETE, la
OSTRA observable en las partes sombrero-cordón, con la PERLA-cabeza (centro
irradiante de las perlas del traje o país central) y el GRITO general
absolutamente verde que brota del conjunto.
Hágase la sencilla experiencia de ir
a Roma y apoyar la mano sobre el corazón del rey, y se comprenderá la génesis
del mar. Menos difícil aún es acercarle una vela encendida a la altura de los
ojos; entonces se verá que eso no es una cara y que la luna,
enceguecida de simultaneidad, corre por un fondo de ruedecillas y cojinetes
transparentes, decapitada en, el recuerdo de las hagiografías. No yerra aquél
que ve en esta petrificación tempestuosa un combate de leopardos. Pero también
hay lentas dagas de marfil, pajes que se consumen de tedio en largas galerías,
y un diálogo sinuoso entre la lepra y las alabardas. El reino del hombre es una
página de historial, pero él no lo sabe y juega displicente con guantes y
cervatillos. Este hombre que te mira vuelve del infierno; aléjate del cuadro y
lo verás sonreír poco a poco, porque está hueco, está relleno de
aire, atrás lo sostienen unas manos secas, como una figura de barajas cuando se
empieza a levantar el castillo y todo tiembla. Y su moraleja es así: «No hay
tercera dimensión, la tierra es plana, el hombre repta. ¡Aleluya!» Quizá sea el
diablo quien dice estas cosas, y quizá tú las crees porque te las dice un rey.